Según el estado de vaciado algunas veces se excavan en zonas pantanosas, donde no hay otra fuente de abastecimiento de agua que la de origen subterráneo.
Otras veces se construyen mediante extracción de los materiales del suelo, como grava, arena o arcilla.
Existen más de 2.000 especies de peces de agua dulce. Pero muy pocos pueden ser cultivados, debido a la falta de conocimientos sobre la naturaleza de los mismos.
La primera condición para que un pez pueda ser cultivado es conocer sus propiedades básicas: adaptación al confinamiento, alimentación, crecimiento y reproducción.
Para ser cultivada con éxito intensamente una especie, necesita presentar las siguientes características:
Buena aceptación en el mercado y que sea rentable.
Capacidad natural para crecer rápidamente, alcanzando la talla comercial en el menor tiempo posible.
Capacidad de los peces para aceptar alimentos externos, ya sean granos, subproductos de agroindustria, forrajes y/o alimentos concentrados.
Compatible con otros organismos cultivados, permitiendo la práctica del policultivo.
Tolerancia a altas densidades de siembra, más que aquellas encontradas en la naturaleza.
Tolerancia a niveles bajos de OD y otras condiciones adversas a la calidad de agua, todas asociadas a los diseños de los estanques.
Adaptable a la reproducción y desove en cautiverio.
Resistente a parásitos y enfermedades (rústicos y resistentes).
La piscicultura posee un gran potencial para las comunidades rurales y pesqueras, pudiendo contribuir significativamente al mejoramiento de las condiciones de vida del productor en el campo, disminuyendo la pobreza, suministrando proteína animal de bajo costo y perfilándose como una fuente de empleo y de ingresos. Por consiguiente, su fomento puede ayudar a evitar o en tal caso, disminuir el éxodo a las grandes ciudades y el consecuente incremento desordenado de las capitales.
Venezuela es un país privilegiado por las condiciones climáticas que se establecen en los diferentes pisos térmicos, presentando un desarrollo acuícola basado fundamentalmente en seis (6) especies continentales: la Cachama y sus híbridos (Colossoma macropomum y Piaractus brachypomus), el Coporo (Prochilodus mariae) y el Bocachico (P. reticulatus), la Trucha (Oncorhynchus mykiss) y la Tilapia (Oreochromis sp.); y cinco (5) especies marinas: el Camarón Marino (Litopenaeus vannamei), la Paguara (Chaetodipterus faber), el Mejillón (Perna perna), la Ostra de Mangle (Crassostrea rhizophorae) y la Ostra Perla (Pinctada imbricata). Sin embargo, la acuicultura nacional en sus diversas modalidades tiene muchas y grandes posibilidades de expansión en el país, augurándose un crecimiento futuro si se implementan políticas de apoyo a este sector productivo, efectuadas con conciencia ambiental y con la incorporación de productores agropecuarios, pescadores y pequeños y grandes inversionistas; elevando la capacidad de integración a nuevas tecnologías para el abastecimiento de proteínas y el desarrollo socio-económico de las zonas rurales de la nación.
La piscicultura fue la primera forma en que se practicó la acuicultura. Existen referencias de prácticas de cultivo de peces en la antigua China, Egipto, Babilonia, Grecia, Roma y otras culturas euroasiáticas y americanas. Las referencias más antiguas datan en torno al 3500 a.c., en la antigua China. En el año 1400 a.C, ya existían leyes de protección frente a los ladrones de pescado. El primer tratado sobre el cultivo de carpa data del 475 a.c, atribuido al chino Fan-Li, también conocido como Fau Lai.
En 1842, dos pescadores franceses, Remy y Gehin, obtuvieron puestas viables, totalmente al margen del hallazgo de Jacobi. Lograron alevines de trucha, que desarrollaron en estanque con éxito. El descubrimiento llevó a la Academia de Ciencias de París a profundizar en el hallazgo, y con ello la creación del Instituto de Huninge, el primer centro de investigación en acuicultura.